Abejas, aliados históricos
Fotografía: María Reyes
María Fernanda Reyes Chin-Wo
Ingeniera Agrónoma
Estudiante, Maestría en Desarrollo Rural
Universidad Nacional, Costa Rica
Número 6
Publicado: 27 de octubre de 2021
Como dice una canción del folklore argentino “¿Qué es la miel? … la miel es polen y flores que en celdas se ha de poner…”. Claro, pero es más que eso. La miel de abeja es uno de los recursos naturales que más han aprovechado los seres humanos gracias a su sabor, su olor y, sobre todo, gracias a las muchas propiedades beneficiosas para nuestra salud. Es fuente de antioxidantes, contiene proteínas, es un endulzador primario y se le atribuyen propiedades antisépticas. Desde las antiguas sociedades egipcias, chinas y romanas, la miel se utilizaba para tratar distintas heridas y quemaduras. La medicina ayurveda le ha atribuido propiedades revitalizantes, que a su vez alivian la debilidad o cansancio excesivo.
Las abejas son animales imprescindibles en la naturaleza. De hecho, “la abeja” se llevó el mérito de ser designada como “la especie más valiosa”, otorgado por un grupo de prestigiosos científicos en 2008. Las abejas son fundamentales para el mantenimiento de la biodiversidad, el equilibrio ecológico y, sin duda, para la producción agraria a través de la polinización que realizan en su ambiente natural. De esta manera, la presencia de las abejas constituye un excelente indicador de la salud medioambiental.
En estudios realizados en Europa y Estados Unidos, se ha determinado que las abejas son el 85% de la fauna polinizadora de las plantas cultivadas. Existe una dependencia simbiótica entre estos insectos y las flores: las abejas usan el polen y el néctar de las flores para alimentarse o para producir miel. Al mismo tiempo que se alimentan y recolectan polen de los estambres de las plantas, transfieren semillas por lo que el ciclo se reproduce, dando lugar a un importante equilibrio de los ecosistemas.
Este proceso de polinización es el aporte más importante que recibimos de estos pequeños animales. Sin embargo, no es el único. A lo largo de la historia es posible comprobar la relación tan estrecha que han tenido los humanos con este animalito. Así, por ejemplo, en la península Ibérica, las primeras evidencias se encuentran en pinturas de mujeres cargando panales silvestres que datan de hace 8000 años.
El consumo de la miel de abeja a nivel mundial ha ido adquiriendo importancia debido a que constituye un producto natural más saludable que otros edulcorantes industriales. En Centroamérica, la apicultura tiene una larga historia: desde la época de los Mayas se explotaba y comercializaba la miel en la región, desarrollando la actividad con abejas meliponas y trigonas, las cuales carecen de aguijón. Mediante la introducción de la abeja europea, la apicultura pasó a ser una actividad económica de mayor importancia.
En Costa Rica, la actividad apícola no forma parte de los sectores prioritarios en la agenda económica del país y ha perdido participación regional frente a países como Guatemala y El Salvador, los cuales son reconocidos productores y exportadores de miel. Sin embargo, la apicultura se encuentra dentro de las principales actividades agropecuarias en el ámbito rural, a cargo principalmente de pequeños productores y productoras, como un complemento de otras actividades económicas.
La apicultura se ha convertido en una actividad económica en crecimiento, diseminada en todo el territorio nacional. Las condiciones agroclimáticas de ciertas regiones han favorecido su desarrollo, incluyendo desde pequeños sistemas artesanales, hasta apicultores que han logrado un alto nivel de especialización en el manejo de las colmenas. Otro factor de impulso ha sido la existencia de una demanda insatisfecha a nivel nacional e internacional de la miel y el potencial que existe por efecto de la transformación de los productos.
De acuerdo con el Censo Agropecuario de 2014, en el país se cuenta con 1893 fincas dedicadas a la apicultura y un total de 30851 colmenas, siendo la provincia de Puntarenas donde se encuentra la mayor cantidad de colmenas, con 11263 localizadas en 426 fincas. En segundo lugar se ubica San José, con 8564 colmenas en 323 fincas, ubicadas en la región sur de esta provincia. Esta última región ofrece condiciones especiales: es rural, con vegetación abundante, parques nacionales, reservas forestales y terrenos dedicados al café y los frutales, con una gran variedad de flores para la alimentación de las abejas. Además, el clima tropical seco, con una estación seca más prolongada, es especialmente apto para el desarrollo de la actividad.
La actividad apícola puede favorecerse por acciones desarrolladas a escala nacional como el Programa de Carbono Neutralidad, los NAMA´s, los sistemas productivos agroecológicos, las energías sustentables, el uso de combustibles alternativos, entre otros. Sin embargo, el futuro plantea un reto particular para la apicultura, debido a la sensibilidad de las abejas a la variación de las condiciones climáticas y de contaminación, lo que las hace muy susceptibles al cambio climático.
Son diversos los desafíos y las tareas pendientes: realizar investigación para diferenciar entre las especies salvajes y las colonias domesticadas, con el objetivo de conocer el impacto de la malnutrición, los pesticidas y los patógenos en las colonias de las abejas. Generar una evaluación de riesgos de los plaguicidas mucho más estricta y prohibir los productos tóxicos para las abejas, aún en uso. Y la implementación de la agricultura ecológica o ambientalmente responsable como una solución definitiva para que se genere una producción sostenible.
En 2021, ha ocurrido una reducción del 50% de la producción de miel de abeja con respecto a 2020. Esta situación fue producto de los factores combinados de las condiciones climáticas adversas, la escasa floración y las intoxicaciones de abejas con productos químicos. Para empezar, la época lluviosa en 2020 se prolongó más de lo acostumbrado. Por ejemplo, en Turrubares una organización de mujeres apícolas tuvo que alimentar con azúcar a las abejas para que no murieran de hambre. En esta zona, la producción de mango es muy importante y la floración de este cultivo es fundamental para las abejas. La floración de este producto en 2021 fue escasa y los fuertes vientos en la primera etapa del año provocaron la caída de las flores, lo que a su vez repercutió en la alimentación de las abejas.
Como si las condiciones climáticas adversas no fueran suficientes, se suma el factor humano, con el uso y abuso de sustancias químicas como plaguicidas, aplicados en forma desmedida en la producción agrícola. En el país, la Cámara Nacional de Apicultura ha solicitado la prohibición en el uso de agroquímicos que contengan “fipronil”, dadas las intoxicaciones masivas de abejas, de acuerdo con la información recabada por la Dirección de Gestión de Calidad Ambiental (DIGECO). Asimismo, la Escuela de Biología de la Universidad de Costa Rica ha evidenciado los efectos negativos del “fipronil”, además del “paraquat” y “glifosato” para las abejas. Esto significa un problema para la biodiversidad tanto como para las personas, permitiendo que, sustancias prohibidas en Europa y Estados Unidos por sus efectos en el ambiente y la salud, se comercialicen libremente en nuestro país.
Esta situación afecta directamente a los pequeños productores. Pero también preocupa a los expertos, que advierten acerca del impacto del deterioro ambiental y del cambio climático en el presente y futuro inmediato de este sector: las floraciones no duran, hay cambios bruscos y disminuciones prolongadas de temperaturas, las estaciones lluviosas son prolongadas y con fuertes temporales, lo que termina estresando a las abejas.
Salvar a las abejas debería ser una misión prioritaria para asegurar la biodiversidad, la seguridad alimentaria y la subsistencia del ecosistema. Los cambios pueden impulsarlos los políticos y las organizaciones directamente involucradas, además de los agricultores, cambiando sus prácticas de cultivo, como también las empresas, desarrollando líneas de productos y técnicas ecológicas. Cada persona, como vos y yo, puede colaborar siendo un consumidor consciente, demandando productos ecológicos, producidos en sistemas libres de agroquímicos.
Te preguntarás cómo un animalito tan pequeño puede significar tanto en un ecosistema. Pero así es. Todos estamos interconectados porque todos vivimos en el mismo planeta y cada ser vivo es parte de este encadenamiento. Las abejas son las principales responsables de la reproducción de las especies vegetales. Entonces, qué pasaría si no existieran, cómo se haría el proceso de polinización, ¿con drones, robots? Cómo se haría si son miles de millones de plantas las que existen tanto en los bosques como en la producción de alimentos. Si nos guiamos por las perspectivas de muchos investigadores del Antropoceno y de las películas apocalípticas, se podría llegar a la extinción de las abejas y, en consecuencia, de nuestra propia especie.
Referencias bibliográficas:
Comité Sectorial Regional Agropecuario Región Central Sur, “Plan Regional de
Desarrollo Agropecuario y Rural (2016-2018)”, 2015.
Periódico elmundocr, “Cámara de Apicultura califica de desastrosa la producción de este año” (11 de febrero de 2021):
Instituto Nacional de Estadística y Censos, Censo Agropecuario de 2014: https://www.inec.cr/agropecuario/actividad-pecuaria